Pon tú el título

Mamá, ahora apago la luz, cierro el grifo, procuro no tirar comida.
Voy a las tiendas con el cenacho y si se me olvida, traigo las cosas en las manos.
Me he dado cuenta que lo que más pesaba no era la compra, sino la carga de CO2 que traía conmigo.
El plástico que recubre los alimentos.
El petróleo consumido para traerlos a la tienda.
Las botellas de plástico en cosas tan esenciales como el agua para beber.
¡El plástico! ¡Ay el plástico! Primo hermano del petróleo que a saber cómo, acaba en cauces, barrancos, ríos, montañas y mares.
Y digo a saber cómo, porque no puedo digerir que seamos nosotr@s mism@s , los que habitamos este planeta.
Este planeta que es nuestra casa y nuestro sustento.
Y mejor no hablarte de guerras que parecen estar a la vuelta de la esquina.
Aunque como seguimos dependiendo de las energías fósiles, pues así andamos, con los precios por las nubes y a poco que nos descuidemos, con el hambre por las calles.
El mundo, mi mundo, nuestro mundo, va mal, sí
Por eso la esperanza está en lo cercano, en lo que nos es más próximo. En cuidar lo que nos rodea. En hacer de nuestra parcela un lugar más amigable, más sostenible y más limpio.
Yo no puedo parar una guerra, pero sí puedo hacer algo útil por mi calle, mi barrio, mi pueblo.
Cuidemos nuestro entorno que es lo más preciado que tenemos.
Ah! Mamá, ya no digo apaga la luz. Ya digo directamente NO ENCIENDAS LA LUZ!
“SI QUEREMOS SER PARTE DEL RESULTADO
TENEMOS QUE SER PARTE DEL PROCESO”